Se puede proponer la muerte de Carlos Saura - Huesca, 1932, Collado Mediano, 2023 - como la muerte soñada: a los 91 años, con la lucidez intacta, en plena actividad hasta última hora, arropado por el afecto y la devoción generales, y dejando un legado impresionante que ha marcado la cultura europea de los últimos 60 años. ¿Dónde hay que firmar?
En los años 60 y 70 Saura era, junto a su amigo y maestro Luis Buñuel, el orgullo del cine español en el mundo. Su pareja con el productor Elías Querejeta fructificó en un puñado de películas clave:
La caza,
La prima Angélica,
Cría Cuervos o
Deprisa, deprisa. Aunque se hubiera retirado en 1980, Saura ya formaría parte de lo más sobresaliente de nuestro cine.
Pero lo mejor de todo es advertir que si una catástrofe hubiera destruido toda su obra hasta 1980, Saura también figuraría en las antologías. Desde esa década, su impresionante creatividad y su afán de reinventarse lo llevaron a abrir nuevos caminos en la relación del cine con la guerra civil -
Ay, Carmela-, con la música y la danza –
Bodas de sangre,
Carmen,
Flamenco-, con la pintura -
Goya en Burdeos- o en el teatro, la ópera y la fotografía, su pasión primigenia.
Justo una semana antes de morir estrenó su última película,
Las paredes hablan, y unos días después estrenó su última función,
Lorca por Saura. Tal vez ese cúmulo de insólitas circunstancias nunca hayan coincidido en ningún otro creador. Carlos Saura se merecería ser el primero.
Luis Alegre
Miércoles 15 de marzo
Auditorio Museo Picasso Málaga / 18:30h
Coloquio previo a la proyección de la película Las paredes hablan